La Adoración Nocturna Española

Nuestra Hermandad, entre sus actividades de culto, cuenta con un turno de la Adoración Nocturna Española. Nos atreveríamos a afirmar que destaca entre la actividad cultual que desarrolla la Hermandad por congruencia con el fin que se propone, que no es otro que la adoración del Santísimo Sacramento, la más alta actividad orante y adorante que puede llevar a cabo quien se tiene por hermano y sobre todo por cristiano católico, pues no siempre se presenta la ocasión de acompañar y singularmente sentirnos acompañados por quien es Dios Encarnado, Cristo, verdadera y realmente presente en la Eucaristía que constituye el misterio de nuestra fe.

Desde un punto de vista histórico, su antecedente remoto nos conduce al año 1.264 en el cual se instituyó la festividad del Corpus Christi. Pero fue San Carlos Borromeo quien, ya en el siglo XVI, se propuso propagar la adoración eucarística, poniendo en practica la idea de consagrar Cuarenta Horas a tan eminentísimo culto de latría durante los días de Carnaval, práctica piadosa que el Papa Clemente VIII extendió a toda la Iglesia para ejercitarla durante todo el año de manera continuada mediante su rotación por los diversos templos. En el caso de nuestra Cofradía figuró como su culto principal desde el mismo siglo.

Su antecedente próximo muestra como fundador al Siervo de Dios Luis Trelles y Noguerol, quien conocedor de que en Roma había sido erigida canónicamente el año 1.815 una adoración nocturna, así como de su fundación en Francia, el año 1.848, en la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias de Paris, por iniciativa de un judío converso, creyó oportuno instaurar en nuestra patria la Adoración Nocturna Española con la colaboración de siete seglares.

Y en el caso de nuestra Hermandad, corría el año 1.982, concretamente un 30 de octubre, cuando tuvo lugar el estreno de nuestro Turno, por entonces celebrado en la Capilla, entre las 11 y las 4 horas de la noche. Ejercía de Hermano Mayor D. José Antonio Gentil Palomo, cuya Junta de Gobierno se había propuesto la realización de un nuevo Sagrario de plata, según dibujo de Manuel Guzmán Bejarano, hecho realidad en el taller de Orfebrería Triana. Ante la magnífica obra de arte que desde entonces presidiría el altar de Nuestros Sagrados Titulares, la misma Junta de Gobierno, impulsada por el Hermano Mayor, decidió que no quedara el proyecto en aquella obra singular sólo, sino que coronáramos la iniciativa organizando un turno de adoración eucarística que pronto fue aceptado por el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna Española, Sección de Sevilla, como el número 16 de los de la capital.

Desde el primer momento, la Hermandad se propuso que, aun manteniendo las líneas generales marcadas por el órgano oficial de la Adoración Nocturna Española, el turno tuviera un sello y estilo propio, de manera que cuidó complementar el culto eucarístico, sujeto al Manual editado por la organización, con un tiempo previo para la formación participada, y otro para la convivencia entre los adoradores, aprovechando el espacio libre existente entre los tres turnos de adoración propiamente dicha que existían.

Esta flexibilidad que nos caracterizó desde la fundación, ha hecho posible la paulatina adaptación del turno a la signos que han ido presentando los años en su correr. En consecuencia, en la actualidad, con el fin de abrir la adoración a un mayor número de hermanos, hermanas y personas devotas de cualquier edad, el turno de adoración propiamente dicho se efectúa al mismo tiempo por la totalidad de los adoradores una vez celebrada la Santa Misa, de manera que a las doce de la noche se suele dar por terminada la convocatoria mensual, por lo común coincidente con el último viernes de cada mes. Otra innovación introducida consiste en que las lecturas del Oficio Divino, que componen la estructura fundamental del acto, formada en su mayor parte por textos bíblicos y de Padres de la Iglesia, se practican actualizadas al día y de manera comunitaria, reservando un tiempo intermedio para la reflexión y la adoración personal.

Finalmente diremos que el ambiente nocturno presta una posibilidad de recogimiento e interiorización que nos atrevemos a calificar de espiritualmente estimulante y gratificante, en particular si consideramos la aceleración, el estrés y la permanente distracción respecto de lo fundamental con que la época que nos ha tocado vivir, nos presiona.